Desvelando lo Invisible
La visión de Humberto Fernández Morán no solo se limitó a la academia; fue un constructor, un diseñador de herramientas que permiten el acceso a mundos antes inaccesibles para el ojo humano. Entre todas sus obras, las más icónica y de impacto universal es la invención de la cuchilla de diamante.
En 1953,
mientras trabajaba en el Instituto Karolinska de Estocolmo y el Departamento de
Biofísica de la UCV, Fernández Morán dio a conocer su revolucionaria "cuchilla
de diamante para seccionado ultrafino". Esta herramienta, un prodigio de
la ingeniería y la precisión, permite realizar cortes congelados en
secciones ultrafinas de tejidos, tanto biológicos como metálicos, una
capacidad sin precedentes para su época. Antes de su invención, la observación
detallada a través del microscopio electrónico de transmisión era limitada por
la incapacidad de obtener muestras lo suficientemente delgadas. En consecuencia
su cuchilla no solo resolvió este problema, sino que revolucionó la
microscopía electrónica, abriendo nuevas fronteras para la investigación en
biología molecular, neurociencia y nanotecnología. En 1955, su invento fue
patentado, y su diseño fue tan fundamental que generó regalías comerciales a
través de empresas como Light de Alemania, abriendo ventanas al cosmos de lo
microscópico.
Es
necesario aclarar una distinción que a menudo en el contexto de nuestro país y
en el desconocimiento de los aportes científicos de Fernández Moran a la
ciencia, el ciudadano común confunde al
Dr. Fernández Morán como el inventor del bisturí, de diamante quirúrgico,
mientras que su aporte no fue dentro del área de la salud, sino en la
ultramicrotomía, de acuerdo con afirmaciones hechas por el mismo: su
contribución fue la cuchilla de diamante utilizada en el ultramicrótomo,
la cual permite obtener cortes finos de muestras. Cabe indicar quie ciertamente
esta cuchilla fua la base para el bisturí quirúrgico, en el cual se baso la
idea, el cual fue un desarrollo posterior de la empresa DuPont.
Sin embargo, la invención de la mencionada cuchilla fue tan trascendente, que le valió el prestigioso Premio y Medalla John Scott en Filadelfia el 14 de julio de 1967, un galardón otorgado a invenciones que contribuyen al bienestar, comodidad y felicidad de la humanidad. Siendo el único latinoamericano en recibir este honor hasta la presente fecha.
Pero su
genio no se detuvo allí. El Dr. Fernández Morán fue un pionero en las
técnicas de crioultramicrotomía, introduciendo el concepto de congelar las
muestras para preservar su estado hidratado y estructura molecular, un paso
vital para observar tejidos en su estado más natural. Además, diseñó un ultramicrótomo
de cabeza rotatoria de avance térmico para mayor estabilidad y calidad de
corte, y desarrolló el crio-ultramicrótomo.
Como si
lo anterior fuese poco la microscopía electrónica se consolidó con el diseño,
en 1966, del primer criomicroscopio electrónico con lentes semiconductores,
capaces de mantener estable la corriente de la lente en helio líquido y lograr
alta resolución en muestras sensibles, al permitir mayor tiempo de exposición a
los haces de electrones. Sumado a esto, inventó el crio-portamuestras
congeladas, así consolido su legado en este campo.
El
compromiso de Fernández Morán con la ciencia no se limitó a sus inventos personales;
fue un visionario que comprendió la necesidad de establecer infraestructuras
científicas de vanguardia, ejemplo de ello es Venezuela, donde en 1954,
fundó el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales
(IVNIC), que más tarde se convertiría en el actual Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC). Su visión era clara: crear un centro de
excelencia, dotado de tecnología de punta y un enfoque interdisciplinario.
Un
testimonio de su ambición y su capacidad para materializar proyectos
monumentales fue la construcción del Reactor Nuclear RV-1 en el IVNIC,
el primero de su estilo en América Latina, y el único en Venezuela, destinado a
impulsar estudios sobre radiofármacos y radioterapia. Este hito no solo marcó
un antes y un después para la investigación en el país, posicionándolo en la
vanguardia regional de la energía nuclear para fines pacíficos. En 1957, el
IVNIC fue anfitrión de un simposio internacional, "Estructura y Función de
las Células Nerviosas", que congregó a lo más granado de la neurobiología
mundial, incluyendo a tres Premios Nobel, elevando el prestigio del instituto a
alturas insospechadas.
Su paso
por la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) en el
prestigioso programa Apolo, es otro de los logros y aportes que se deben
resaltar de este personaje, fue investigador principal en el análisis
físico-químico de rocas lunares, su cuchilla de diamante fue la herramienta
esencial para estudiar las preciadas muestras traídas de las misiones Apolo 11,
12, 14 y 15. Los resultados de la investigación contribuyeron a teorías sobre
los procesos climáticos y geológicos de la Luna. Así que Venezuela no solo
contaba con un gran inventor sino además con uno de los científicos que estuvo
en contacto directo con los materiales provenientes de la luna.
Todo lo
anterior es una parte más de las hazañas de un investigador comprometido, pero
como buen científico, también fue parte de la educación y creación de nuevos
colegas que más adelante también harían lo propio dentro de diferentes ramas de
la ciencia y la tecnología. Por lo cual en su incansable acceso al conocimiento
fue profesor en la Universidad de Harvard, trabajó en el Hospital
General de Massachusetts y creó los laboratorios de microscopía electrónica del
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En la Universidad de Chicago, se
desempeñó como docente e investigador, donde perfeccionó el microscopio
electrónico de alta resolución. Su capacidad para la invención también se
reflejó en la descripción de las partículas mitocondriales, conocidas hoy como partículas
de Fernández Morán.
Un punto
de constante debate y, en cierto modo, de orgullo nacional, es la supuesta
nominación de Fernández Morán al Premio Nobel. Múltiples fuentes afirman
que fue nominado en varias oportunidades pero que lo rechazó al no querer
renunciar a su nacionalidad venezolana para adoptar la estadounidense, un
requisito que se le imponía para la postulación por parte de la NASA. Sin
embargo, otras fuentes, citando archivos suecos, desmienten el requisito de la
nacionalidad, aunque confirman su candidatura en 1968 y su aspiración al
galardón. Esta controversia subraya la complejidad de su figura, una
personalidad que, a pesar de su inmensa contribución global, seguía
profundamente arraigada a su identidad venezolana.