El Zulia que te Habla al Oído
Existen
ocasiones donde nos sentimos mejor en un ambiente o sitio en específico que en
nuestra propia casa, y cuando ese lugar te agrada o la gente en ese lugar o el
ambiente te agrada, tan solo quieres estar allí, justo en ese lugar. Así pasa
en el estado Zulia, tal vez para unos más y para otros menos, pero pasa, es un
lugar tan cálido literalmente hablando que esa sensación de calor te engancha,
te amarra a ciertos lugares, es la única forma de explicar cómo es que
Maracaibo siendo de las ciudades más calientes del estado es la más habitada ¿Alguna
vez has sentido que un lugar te llama, que su esencia se te mete en los huesos
y te susurra historias al oído?
Así es el Zulia. No es solo un punto en el mapa de Venezuela; es una sinfonía de contrastes, un abrazo cálido bajo un sol inclemente, una tierra donde el petróleo brota de sus entrañas mientras el alma de su gente canta gaitas que te erizan la piel. Si cierras los ojos por un momento, ¿puedes sentir la brisa del Lago de Maracaibo, escuchar el voseo maracaibero o maracucho que te envuelve, o quizás saborear un patacón recién hecho?
Si
la respuesta es sí, entonces estás listo para este viaje. Porque hoy no solo
hablaremos del Zulia; lo viviremos, lo sentiremos, lo entenderemos como ese
gigante económico que bombea la sangre de una nación, pero que, a la vez, posee
el alma más poética y apasionada de Venezuela.
Imagina
por un instante que estas sentado en un bohío a orillas del Lago, con el
atardecer pintando el cielo de naranjas y morados. El aire es denso, cargado de
historias de bonanza y de luchas, de risas y de resiliencia. Un viejo pescador,
con la piel curtida por el sol y la sabiduría en la mirada, nos cuenta cómo el
Lago ha sido testigo de todo: desde las canoas de los Wayuu hasta los buques
petroleros que surcan sus aguas. Nos habla de la "Zulianidad", no
como una palabra de diccionario, sino como un sentimiento que se lleva en la
sangre, un orgullo que se hereda y se defiende con pasión. Y es precisamente
esa dualidad, esa convivencia entre lo tangible y lo etéreo, lo que hace al
Zulia tan fascinante, tan vital para comprender la esencia de Venezuela.
El
Corazón que Bombea Oro Negro: La Fuerza Económica del Zulia
Si
Venezuela es un cuerpo, el Zulia es, sin duda, su corazón. Un corazón que,
desde hace más de un siglo, ha bombeado el oro negro que ha mantenido viva a la
nación. ¿Recuerdan la historia del pozo Zumaque-1 en Mene Grande, allá por
1914? Aquel día, no solo brotó petróleo; brotó el futuro de Venezuela. Ese
chorro de crudo, que se alzó en la Costa Oriental del Lago, fue el disparo de
partida para una era de transformación que cambió para siempre el rostro del
país. De ser una nación agraria, a ser una potencia petrolera, (tal vez una bendición
y a la vez una maldición, que hoy nos vale incluso amenazas de invasión y asedio
por parte de potencias que ya agotaron sus recursos y se portan como Cristóbal
Colón o Isabel la Católica) y el Zulia fue el epicentro de esa metamorfosis. Donde
l país paso de exportar café y cacao a sacar un liquido que ni se parece ni
huele como los dos anteriores, un poderoso combustible que hoy mueve al mundo
mas que nuca, y que genera mas conflictos internacionales que los propios
problemas fronterizos entre diversos territorios y es que, lamentablemente, así
como el petróleo viaja en buques la avaricia viaja en avión y ni decir de los
que no viajan, sino que viven en nuestro propio territorio. Pero esa es harina
de otro costal y en este momento compete hablar del Zulia
Piensen
en esto: durante décadas, más del 80% del petróleo venezolano, ese que
financiaba nuestras carreteras, nuestras escuelas, nuestros hospitales, salía
de las entrañas del Zulia. Las ciudades de la Costa Oriental del Lago –Cabimas,
Lagunillas, Bachaquero– no eran solo nombres en un mapa; eran hervideros de
actividad, centros de innovación donde ingenieros de todo el mundo se mezclaban
con la gente local, construyendo una infraestructura que era la envidia de la
región. El Lago de Maracaibo, ese espejo inmenso, no solo reflejaba el cielo;
reflejaba la prosperidad, con sus balancines extrayendo sin cesar el preciado
crudo. Era una época de oportunidades, donde el trabajo en la industria
petrolera significaba un futuro seguro, una casa, una educación para los hijos.
El Zulia era, en esencia, la locomotora que arrastraba a toda Venezuela.
Pero,
como en toda buena historia, no todo ha sido un camino de rosas. Desde 2008 con
las sanciones petroleras impuestas por la administración Obama de USA, y con
mayor crudeza a partir de 2018, una sombra se ha cernido sobre este gigante: el
bloqueo económico y las sanciones internacionales. Imaginen que a ese corazón
que bombea con fuerza, de repente le empiezan a apretar las venas. La capacidad
de PDVSA, nuestra empresa petrolera estatal, para invertir, para modernizar,
para incluso vender su petróleo, se vio drásticamente reducida. Los repuestos
escasearon, la tecnología se hizo inaccesible, y la producción,
inevitablemente, comenzó a caer. Ya no se escuchaba el mismo rugido de los
taladros, y el brillo de las luces en el Lago, que antes era un símbolo de
actividad incesante, se fue atenuando.
La
salida de Chevron, uno de los pocos socios internacionales que quedaban, fue
como si a ese corazón le quitaran una de sus arterias principales. Chevron no
solo aportaba capital; traía consigo tecnología de punta, esa experticia vital
para extraer el crudo pesado del Zulia, y un puente hacia los mercados
internacionales. Su partida ha dejado un vacío técnico y operativo que se debe
llenar, aumentando los retos para mantener la producción y para atraer nuevas
inversiones. Los ingenieros y técnicos zulianos, que antes eran los cerebros de
esta industria, se han visto obligados a buscar oportunidades en otras latitudes,
debido a las crisis por las que constantemente ha tenido que pasar el país,
llevándose consigo un conocimiento invaluable y también una gran cantidad de
personas junto con sus familias que han llevado a que las ciudades como Ojeda, Cabimas
y Maracaibo de ser unas metrópolis rebosantes de vida, pasaran casi a
convertirse en un desierto. Calles que antes rebosaban de tráfico vehicular, almacenes
y supermercados que otrora fueron puntos de referencia e incluso centros
comerciales que eran icónicos en el estado, llegaron al cierre por falta de
comercio, de personas y de quien inirtiera y gastara en los diferentes
establecimientos.
Hoy,
parte de ese bullicio y movimiento se está recuperando y esa fuga de talento
que desangra a la industria, está a punto de desaparecer, siempre que las
condiciones políticas contribuyan a unas condiciones económicas favorables y
rentables, es un desafío que va más allá de lo económico y que toca la fibra
más sensible de la capacidad productiva del estado.
La
Melodía del Alma: La Riqueza Cultural que Enamora
Pero
el Zulia, mis queridos amigos, no es solo números y barriles de petróleo. Es
también una melodía, un poema, una explosión de color y sabor que te envuelve y
te enamora. Si el petróleo es su músculo, la cultura es su alma, un alma
vibrante que se expresa en cada rincón, en cada tradición, en cada sonrisa de
su gente. ¿Han escuchado alguna vez una gaita zuliana en plena Navidad? Es como
si el espíritu de la fiesta se materializara en cada nota, en cada verso. La
gaita no es solo música; es un himno, una crónica cantada de la vida zuliana,
con letras que te hacen reír, te hacen reflexionar y, a veces, hasta te sacan
una lágrima de nostalgia como: “Cuando voy pasando el puente”.
El
furro, la charrasca y el cuatro… instrumentos que, en manos de un gaitero, se
convierten en la voz de un pueblo, y es que la gaita zuliana se convirtió en el
género musical que marca el inicio de las navidades en Venezuela, en motivo de
algarabia y no conforme con eso en canción de protesta en contra de los
desmanes o de los abusos de los gobernantes injuntos (que han sido muchos y
variados) en este sentido es imposible no mencionar “La Grey zuliana” la cual
es una genuina expresión de regionalismo y además protesta por excelencia, con
frases tan celebres como: “Maracaibo ha dado tanto”.
Se
debe destacar que es un medio de expresión que refleja inconformidad del pueblo
zuliano o no ante las injusticias y la falta de soluciones a los problemas de
aquejan a la sociedad. Otro ejemplo de protesta viene a ser: “La Jerga”, donde la
primera frase es: “Venezuela se pregunta con rabia ¿qué jerga es? Es una voz
que resuena con alegría, con crítica social ante la situación económica que se
presentaba para la época de salir al aire esa gaita, pero que, si el venezolano
común y el zuliano en general lo trae al diario vivir de hoy, cala
completamente en la actual situación de crisis presente en el país. Aun así no debemos
pasar por alto la importancia de estas canciones que han sido inspiradas por
musas, por pueblos, por gobernantes y hasta por misses venezolanas, que pasan a
ser cada año parte del repertorio de canciones asociadas no solo con la navidad,
sino con la cultura del Zulia y del país.
Cada
18 de noviembre, en el día de la Virgen de Chiquinquira, se prende la parranda
con lo que para el zuliano es oficialmente el inicio de la época decembrina. Es
una fiesta de fe y color, donde la devoción se mezcla con la algarabía. Es un
sincretismo, una muestra de la herencia cultural. Y qué decir de la
gastronomía, como diría un buen maracaibero (maracucho): “¡vergación de buena!
¿Un patacón? Es una obra de arte frita, una explosión de sabores que te
transporta directamente a las calles de Maracaibo”. El mojito en coco, el chivo
en coco, las mandocas, los tumbarranchos… cada plato es una historia, un
legado, una invitación a sentarse a la mesa y compartir la alegría de la
Zulianidad. Aquí, el coco y el plátano son reyes, y el pescado fresco, un
manjar que se disfruta con cada bocado.
En
cuanto a la artesanía, con los tapices y chinchorros guajiros, es un testimonio
de la diversidad étnica del estado, un puente entre el pasado y el presente que
se teje con paciencia y sabiduría. Y, por supuesto, nuestro voseo, ese
"vos" que nos identifica, ese acento maracucho que nos delata en
cualquier parte del mundo. No es solo una forma de hablar; es una forma de ser,
de expresar nuestra cercanía, nuestra picardía, nuestra franqueza. Frases como
"¿Qué molleja?" o "¡A la verga!" no son groserías; son
exclamaciones que pintan de cuerpo entero nuestra forma de sentir y de vivir.
Es una lengua viva, en constante evolución, que nos une y nos distingue.
El
Orgullo que se Lleva en la Piel: La Esencia del Gentilicio Zuliano
Ser
zuliano, mis amigos, es más que una nacionalidad; es un sentimiento que se
lleva en la piel, un orgullo que se hereda y se defiende con pasión. El
gentilicio zuliano, ya sea "marabino" o "maracucho", es
sinónimo de una personalidad exuberante, de una alegría contagiosa y de una
resiliencia inquebrantable que se forja bajo el sol ardiente y a orillas del
Lago de Maracaibo. Somos gente carismática, jocosa, con una chispa en la mirada
y una respuesta rápida para todo. El humor es nuestra arma secreta, nuestra
forma de enfrentar las adversidades y de celebrar la vida. Nos reímos de
nosotros mismos, de nuestras circunstancias, y siempre encontramos una razón
para echar un chiste, para alegrar el ambiente.
La
hospitalidad es otra de las banderas del zuliano. Aquí, el visitante es
recibido con los brazos abiertos, con una sonrisa sincera y con la mesa puesta.
No importa si eres de aquí o de allá; en el Zulia, rápidamente te conviertes en
amigo, y el amigo en parte de la familia. Es una generosidad que nace del
corazón, un deseo genuino de compartir lo poco o mucho que tenemos. Y ese
sentido de pertenencia, ¡ah, ese sentido de pertenencia! Es lo que nos une, lo
que nos hace sentir parte de algo más grande que nosotros mismos. Es el orgullo
de esta tierra, la cultura, de historia, un lazo invisible que conecta a
todos los zulianos, donde esten. Es la certeza de que, sin importar las
distancias, el corazón siempre latirá al ritmo de la gaita, bajo el sol
inclemente y a orillas del inmenso Lago de Maracaibo.
La
Encrucijada del Presente: Retos y la Resiliencia de un Pueblo
El
Zulia, ese gigante económico con alma de poeta, se encuentra hoy en una
encrucijada. Los retos son inmensos, y no podemos ignorarlos. La industria
petrolera, que fue nuestro motor, se ha visto mermada por el bloqueo económico,
las sanciones y la falta de inversión. La infraestructura, que antes era
orgullo, hoy muestra signos de deterioro. La fuga de cerebros, esa hemorragia
de talento, nos ha dejado sin muchos de nuestros ingenieros y técnicos más
brillantes, quienes han tenido que buscar oportunidades en otras tierras. Es
una realidad dura, que ha afectado la calidad de vida de nuestra gente, que ha
generado escasez y dificultades.
Pero
si algo nos ha enseñado la historia del Zulia, es que somos un pueblo
resiliente. Hemos enfrentado huracanes, sequías, batallas y crisis, y siempre
hemos encontrado la forma de levantarnos. Esa misma fuerza, esa misma
determinación que nos llevó a luchar por la independencia, que nos hizo
construir una industria petrolera de talla mundial, es la que hoy nos impulsa a
seguir adelante. La diversificación económica no es solo una opción; es una
necesidad. Debemos mirar más allá del petróleo, potenciar nuestra agricultura,
nuestra pesca, nuestro turismo, nuestras energías renovables. Debemos invertir
en nuestra gente, en su educación, en su bienestar, para que ese talento que se
fue, algún día regrese, y para que las nuevas generaciones encuentren aquí las
oportunidades que merecen.
En
definitiva, el estado enfrenta retos, de los cuales saldrá más fuerte, más
sabio, más unido. La esperanza, nunca se apaga en el corazón del zuliano.
Porque, a pesar de todo, el Zulia tiene la capacidad de reinventarse, de
recuperar su brillo, de volver a ser ese faro de progreso y de alegría que
siempre ha sido para Venezuela.
Este
no es solo un estado; es un sentimiento, una forma de vida, una promesa de
futuro. Y mientras haya un zuliano que cante una gaita, especialmente ahora a
nivel mundial, que saboree un patacón, que le enseñe a otras culturas y otros
gentilicios ese sabor a terruño que se vive cada día con ese fulgor del relámpago
del Catatumbo, que hable con su voseo característico. El Zulia no solo estará
presente en el país como el motor de una industria que debiera ser más grande y
productiva, sino como el impulso del emprendimiento, de los sueños, de las
carcajadas y risas asociadas a una buena tertulia de chistes zulianos, de un
buen plato de Pabellon Criollo. Sino que, además, seguirá siendo un aporte
invaluable para el alma de cada venezolano que se encuentra en otro país que
muestra nuestra cultura con orgullo y esperemos que, con amor, gracia y empatía.

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